Cuando queremos realmente tomar las riendas de nuestra propia vida, seguir lo que resuena en lo más auténtico de nuestros corazones, sin dejar que sea el movimiento del mundo lo que marque el paso; es indispensable escuchar nuestras mociones. Sí, hemos dicho mociones, sin la “e” de emociones, ya que, aunque también es importante conocer nuestras emociones, hoy nos centraremos en este término distinto: las mociones.
Las Mociones o “movimientos del espíritu” según la espiritualidad ignaciana, son aquellos movimientos del corazón que se dan por cuestiones que de fondo queremos conocer, comprender, formular, distinguir…
Desde la consciencia de que somos seres inquietos, y que constantemente nos encontramos en búsquedas, algunos más conscientes de ellas, otros no del todo, pero finalmente todos en búsqueda de algo más, notaremos que la escucha de nuestras mociones nos darán importantes claves para mejor comprendernos; a nosotros mismos, a lo que acontece a nuestro alrededor y a lo que creemos que Dios nos invita en medio de la vida, tomando verdaderamente el pulso de nuestros pasos.
Estas mociones o “movimientos del espíritu” normalmente conllevan inclinaciones que nos motivan a realizar o dejar de realizar una acción, pensamientos o deseos que van guiando nuestro actuar, a veces inconscientemente. Cuando nos experimentamos de esta última manera, es cuando corremos el riesgo de ir actuando conforme a lo que las situaciones, personas y circunstancias externas nos van demandando poco a poco, dejando que el ritmo externo vaya marcando nuestro propio ritmo interno… cuando, ¿no debería ser al revés?
Si nosotros nos vamos familiarizando con la escucha de estos movimientos internos del espíritu que acontecen en nuestro corazón, poco a poco podremos ir viviendo de una manera más auténtica, donde la voz de Dios va tomando mayor peso, y menor peso lo que el mundo demanda. Si comprendemos que en los deseos más auténticos de nuestro corazón habita un Dios que es quien, primeramente ha colocado todos estos sueños en nosotros, es importante reconocerlo en medio de las mociones. Él habla a través de ellas, sin embargo es importante distinguirlo pues podríamos llegar a confundirlo con otras voces que no provienen de Él. Pero, ¿cómo identificar a Dios entre tanto ruido que a veces acontece en mi corazón?
Generalmente la voz de Dios en las mociones son momentos de luz (donde “nos cae el veinte”) que nos ayudan a comprender algo, que deja en nosotros claridad de lo que debemos hacer; es un momento en el que pasa el espíritu y deja como huella unas chispas de sabiduría donde intuimos que pueden darse respuestas a lo que buscamos, así como claves para poco a poco vivir según lo que vaya marcando el propio ritmo de mi corazón, donde se encuentra Dios y el mundo. Para distinguir a Dios claramente, entre otras voces, tendríamos que hacer todo un ejercicio de discernimiento, sin embargo algunas claves a forma de ejemplos, podrían ser cuando contemplamos entre nuestras propias realidades; luces ante una situación que parecía no tener nada que pudiera rescatarse, inspiraciones de sueños que parecen dar vida a mí y a los demás, impulsos a querer afrontar algo desde la valentía y libertad, invitaciones a cuidar algo que se me ha confiado, confirmaciones de apuestas que he realizado, intuiciones de algo que debo decidir cuidadosamente…
Mirando tu momento y desde tu experiencia personal, ¿se te viene a la mente algún ejemplo real que ayude a comprender lo que es una moción donde crees que te ha hablado Dios?
Finalmente un medio que nos puede ayudar a comprender estas mociones y a llevarlas a la vida, es la colocación de palabras a “eso que voy sintiendo” respecto a alguna situación, momento, persona, etc; escribiendo lo que brota en nosotros en una libreta. Esto nos ayuda a plasmar nuestros movimientos interiores, a objetivarlos (con nosotros mismos y con ayuda de algún acompañante o director espiritual) y a hacer realidad el sueño de Dios en mí que muchas veces me habla a través de mis propias mociones.
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