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Los frutos de la oración

En ocasiones creemos que hacer oración es simplemente repetir una y otra vez palabras o frases que se elevan a Dios como muestra de nuestro amor. Esto cambió para mí desde que aprendí que existen distintas formas de orar, y descubrí la importancia que tiene el sentido con el que se realiza.

En primer lugar, es importante saber que la oración es hablar con el Señor, tener una relación con Él. Es mantener una conversación con un amigo, hermano y padre, que se encuentra dispuesto y con los brazos abiertos todos los días. Así como Jesús mantenía un diálogo con el Padre, así también nosotros podemos escucharlo y aprender de Él como discípulos, para luego visibilizarlo e irradiarlo como apóstoles.

La oración es un espacio donde encontramos descanso, paz y alegría. Es además, un lugar que nos ayuda a tomar conciencia de nuestra debilidad humana y nos invita a mirar de frente y con esperanza nuestras limitaciones. La oración es también una experiencia nos mueve e inspira, que nos  impulsa a vivir la vida de forma diferente, bañada por la fe.

Pero la oración implica también lucha y supone muchas veces un combate personal. Nos invita a gestionar los pensamientos e impulsos que nos impiden vivir como desearíamos, con un sentido de entrega y disposición a lo que el Señor nos tiene preparado.

Cultivar continuamente este hábito de la oración trae consigo diversos frutos que nos ayudarán a desplegar lo mejor que hay en nuestro corazón hacia quienes más lo necesitan o con quienes compartimos la vida cotidiana.

Algunos frutos de la oración son:

  • La gratitud, ya que tenemos muchos dones, talentos y bienes que en muchas ocasiones no sabemos percibirlos, ni expresarlos, y mucho menos agradecerlos.
  • El arrepentimiento; ya que en la oración es necesario saber pedir perdón, y a su vez dejarnos corregir. En los espacios que hemos dedicado para orar es importante dejar que el Señor nos corrija y oriente a través de su palabra, para que al terminarla podamos salir con la intención de iniciar una vida nueva.
  • La confianza; al hacer oración nos abandonamos en el Señor; confiamos en Él porque deseamos que se haga su voluntad en nuestra vida. Así ,la oración vivida desde la confianza dejará en nosotros paz, alegría y libertad
  • La fidelidad, que resiste al paso del tiempo y que se mantiene aún en las dificultades que se puedan presentar, ya que al invocar con insistencia la ayuda de Dios esta se convierte en un estímulo para no caer en el desánimo cuando nos sentimos abrumados por las pruebas de la vida. El Señor, siempre nos escucha y en ocasiones nos puede parecer que es insensible ante nuestras necesidades.
  • La libertad interior, porque dejamos de escuchar nuestras preferencias y deseos para dejar que la voluntad de Dios ocupe el centro, es algo que requiere de humildad pues es elegir aquello que nos conduce a lo que Él quiere de nosotros.

La oración da sentido a nuestra vida. Por eso, dedicar estos espacios de encuentro con el Señor nos permitirá estar más atentos a escuchar su voz para así descifrar su presencia en todo lo que vamos viviendo día a día. Te invito a que puedas ser constante y disponerte para cultivar la oración, para así encontrar en ella la fe y la fuerza para anunciar con alegría el amor misericordioso de Dios que es fuente de todo bien.

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