Sabemos que, para evangelizar, es necesario salir a las fronteras de nuestros ámbitos de vida. Evangelizar es hacer que el Evangelio sea una buena noticia allí donde no está todavía, para que transforme y dignifique la vida de quienes lo reciben.
Todo evangelizador debe cultivar ciertas actitudes que le permitan llevar el anuncio en medio del mundo, para suscitar más y mejores seguidores de Jesucristo. Pero, sobre todo, porque no nos anunciamos a nosotros mismos, somos parte de un proyecto más grande, el proyecto de Dios.
El Papa Francisco nos ha dado algunas orientaciones al respecto, cuando aconseja que el evangelizador debe prepararse con cuatro ingredientes básicos: estudio, oración, reflexión y creatividad. Y si no, “es deshonesto e irresponsable con los dones que ha recibido” (Evangelii gaudium, n. 145).
Actitudes del apóstol en salida de acuerdo con el Papa Francisco
- Dejarse interpelar por Dios. Debemos de escuchar primero nosotros, los que deseamos ayudar a otros en la fe, esa Palabra, con un “corazón dócil y orante”, dispuestos a dejarnos conmover –herir– por ella y hacerla vida de nuestra vida.
- La lectura espiritual u orante de la Escritura. Se trata primero de captar el sentido literal de lo que leemos (preguntarse ¿qué dice el texto?), con el fin de no “manipularlo” reduciéndolo a nuestros previos esquemas.
- “Un oído en el pueblo”. Ahora ya podemos preguntarnos ¿qué necesitan escuchar los demás? Se trata de ir logrando una “sensibilidad espiritual para leer en los acontecimientos el mensaje de Dios”; descubrir “lo que el Señor desea decir en una determinada circunstancia” (Evangelii nuntiandi, nn. 53 y 33).
- Recursos pedagógicos. En esta línea sugiere: resumir (decir mucho en pocas palabras); usar no solo ejemplos que se refieran al entendimiento, sino imágenes atractivas, comparaciones a partir de alguna experiencia conectada con la vida.
- La comunicación. Nuestras palabras deben ser sencillas, claras, directas, acomodadas a los que nos escuchan. Usar términos que ellos comprendan, y no términos especializados, propios de la teología o de la catequesis. Propone el Papa con sabiduría, quien comunica debe “escuchar mucho, necesita compartir la vida de la gente y prestarle una gustosa atención” (n. 158).
También es importante tomar en cuenta que es necesario vivir como evangelizador con ciertas actitudes personales que nos conduzcan en el sentido de la responsabilidad personal ante la actitud apostólica.
Actitudes personales del apóstol evangelizador
- Actitud de escucha y diálogo con la cultura actual, con las diversas religiones y con el mundo en general. Ser capaces de multiplicar espacios y dinamismos de escucha, apertura, reflexión y diálogo, para reconocerlo como un escenario complejo, pero privilegiado por la presencia y acción del Espíritu.
- Corresponsabilidad en la iglesia. Sentirnos parte de la iglesia y de la comunidad en la que habitualmente estamos desde una actitud responsable, participativa.
- Valentía. Ser un laicado maduro, adulto y por lo tanto libre, abierto a la diversidad, al servicio de los más débiles, constructor de la justicia, la solidaridad y la paz
- Ser levadura en la masa. Tomar conciencia del imprescindible papel de apóstoles como actitud de los laicos para compartir con los hombres y mujeres de buena voluntad la construcción de una sociedad fundada en valores, siendo signos de esperanza, unidad y respeto por la diversidad.
- Cuidar la formación. Un testigo válido es aquel que se ha formado, es decir, aquel que, habiendo recibido el kerygma, ha comenzado un proceso de trans-formación de la propia vida en vida. Si se quiere, en este contexto, formación no es otra cosa que un sinónimo de evangelización y por lo tanto “formación permanente”.
Fortalecer estas actitudes en conjunto forman parte de la vida del apóstol o evangelizador, el objetivo es compartir desde la vida el misterio de la fe, del amor y misericordia de Dios. Para ser apóstol se requiere tener una disposición en la valentía y sobre todo de actitud de servicio.
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