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La crisis, una ventana de luz

Las crisis forman parte de la vida y lo podemos ver incluso en el mismo proceso de nacimiento, donde existe el cambio y la pérdida. Podemos decir que nacemos ahí, en medio de una crisis, y que para poder crecer necesitamos de ella pues dicen los expertos en psicología del desarrollo que cada nueva etapa supone una vivencia de crisis.

Estas pueden darse desde en un cambio de casa, en el rompimiento de una relación hasta en la muerte de un ser querido. Existen también crisis existenciales como la de los “cuarentas” y crisis por circunstancias externas como ha sido la pandemia. Actualmente vivimos un tiempo de mayores cambios lo que supone vivir en constantes crisis. Veremos la importancia de estos procesos no sólo para crecer sino como una oportunidad para encontrar sentido, amor y esperanza.

Es indispensable contar con una red de apoyo para afrontarla, contar con personas que nos acompañen en estas etapas y espacios, que nos hagan sentir consuelo, apoyo y compañía.

Estas circunstancias naturalmente difíciles nos ponen de manifiesto cuáles son esos recursos personales que quizás no conocíamos y surgen en estas situaciones.

Son una ventana que nos abre una luz nueva en medio del dolor, del sufrimiento que estemos experimentando y bajo la consciencia de que todo pasa no por algo sino para algo.

Preguntarnos ¿para qué estoy viviendo lo que está sucediendo? Es una pregunta que siempre va abrir las posibilidades de sentido, esperanza y aprendizaje. Seguramente si eres una de esas personas que se encuentra viviendo un momento de dificultad muy grande debes sentir frustración, coraje, impotencia, tristeza e incluso culpa son sentimientos propios de las circunstancias que no podemos cambiar, pero algo que sí podemos hacer es experimentarnos libres ante ello con la actitud con la que asumimos dicho hecho.

Algo importante antes de dar ese gran salto a la oportunidad, a la luz y a la esperanza que existe, a veces muy oculto en una situación difícil debemos saber que es fundamental elaborar un proceso emocional. El enojo, el miedo, coraje, dolor, la tristeza, etc., es necesario que vaya expresándose; es decir, debe existir un tiempo para procesar el impacto emocional que implicó la crisis sobre todo cuando se trata de un hecho inesperado. Date tiempo para ello y es ahí en esos momentos donde necesitamos esa red de apoyo que nos sostenga, esa ayuda profesional, acompañamiento espiritual y/o la cercanía de nuestros familiares y amigos.

La gran pregunta ¿Cómo resignificar la crisis o el hecho? Una vez que se manifiestan todas estas emociones (que se entiende que no son procesos fáciles) se puede ir aceptando e indiscutiblemente habrá un sentimiento de soledad y junto a él va llegando un sentimiento de alivio. No significa que estarás feliz, alegre o pleno, pero sí aliviado, esto llevará su propio tiempo. Poner la mirada en aquello que me da vida, que me hace sentir que no estoy solo o sola, en aquellos destellos de amor todo ello sin duda logrará que puedas ir encontrando el sentido de todo este sufrimiento.

El dolor tiene una facultad para generar madurez, resiliencia y humanidad. Cuando realmente te das la oportunidad de vivir una crisis en toda su implicación, puedes generar valiosos recursos, pero sobre todo tienes la oportunidad de abrir una nueva ventana de luz posibilitadora de encontrarte contigo mismo/a como una persona más humilde, sensible y humana.

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